El error estúpido que casi arruina mi primera reunión con inversores (y cómo evitarlo)

Lecciones de primer PITCH ante inversores


Tenía 19 años, una chaqueta prestada y el pecho inflado.

Mi startup, GROB, era la revolución:
el Fiverr de los servicios físicos.
Contratabas fontaneros, tutores, mecánicos y hasta payasos desde tu celular.


El pitch era tan bueno que creía que los inversores se iban a pelear por mí.
Spoiler: casi se pelean… por irse primero.

Y todo fue por un solo error.
No era el modelo. No era la idea.
Fue cómo lo dije.


Esa reunión me enseñó una lección que cualquier emprendedor debería tatuarse en la frente:

Si no sabes contar tu idea, tu idea no vale nada.

No importa si vas a presentar ante inversores, buscar clientes o simplemente vender un café más caro.
Si no dominas cómo lo dices, te vas a comer un no con todo y moño.


1. Una gran idea sin claridad es como un Ferrari sin gasolina

Todo comenzó cuando uno de los inversores, con pinta de villano de película legal, me miró y dijo:
—¿Entonces es como Uber, pero con payasos?

Y ahí lo sentí.
Todo lo que había preparado, el esfuerzo, los diseños, la app beta…
Reducido a una pregunta absurda.


Y fue culpa mía.

No había claridad.
Había entusiasmo, sí.
Había visión, también.
Pero no había una historia concreta, simple, comprensible, que se quedara en la cabeza del que escucha.


2. El síndrome del emprendedor confundido

Me había obsesionado tanto con cada detalle de GROB,
que terminé metiendo todo en la presentación:
el sistema de geolocalización, las tarifas dinámicas, el backend, los algoritmos de reputación…


Maté la idea con tanto adorno.

El inversionista no quiere saber cómo funciona el motor.
Quiere saber si va a llegar a su destino más rápido, más barato o con más estilo.


3. La lección: No vendas tu idea. Vende la transformación.

Ese día aprendí algo que todavía me arde recordar:
La gente no compra ideas. Compra efectos secundarios.

No les interesaba que GROB tuviera 8 mil perfiles verificados.


Querían saber:
—¿Qué problema resuelve esto mejor que lo que ya existe?
—¿Por qué alguien usaría esto en lugar de llamar a su cuñado el electricista?


La próxima vez que hables de tu negocio, haz esto:
📌 Imagina que tu cliente no tiene tiempo. Solo quiere saber esto:

¿Qué mejora en mi vida si te digo que sí?


4. Simplificar no es rebajar, es concentrar

Ese día salí derrotado.
Y con razón.
Había intentado impresionar en vez de conectar.


Desde entonces, antes de cualquier presentación, me hago una pregunta:
¿Cómo lo explicaría si tuviera que convencer a un niño de 10 años?


Si no puedo responder eso, todavía no lo entiendo yo.
Y si no lo entiendo, no tengo derecho a pedirle a alguien que invierta.


5. Un buen mensaje es como un gancho de boxeo

Corto.
Rápido.
Memorable.
Y te deja pensando: ¿qué rayos fue eso?


Desde ese día, cada vez que creo algo nuevo, lo pruebo con este filtro:
¿Es tan claro que lo podrías tuitear y se entiende?
Si no, todavía es humo.


6. No importa lo que hagas, necesitas una historia que funcione

Porque al final, vender una startup, un producto o una idea…
es una guerra de narrativas.


Gana el que deja una imagen en la cabeza del otro.
No el que muestra más datos.
No el que habla más rápido.
El que cuenta la mejor historia.


¿Y si no sabes cómo contar la historia de tu marca?

Ahí es donde aparece el arma secreta que uso hoy:
👉 Scriptivo


Un servicio que convierte tus ideas en artículos que cuentan tu historia con claridad brutal, sin adornos innecesarios.
No escribes nada. Nosotros lo hacemos.
Tú solo apareces como el genio que lo explicó todo como si fuera fácil.


No vuelvas a perder una oportunidad por culpa de tus palabras.
Haz que cada frase trabaje para ti.

Nosotros nos encargamos del resto.


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